lunes, 9 de diciembre de 2013

Unas lonchitas, si us plau

Una de las tapas más típicas en cualquier bar es el jamón, de hecho hay templos gastronómicos en los que uno de sus mayores atractivos es la ristra de bellas pezuñas de porcino que cuelgan del techo, como si de una galería de arte se tratara. Esos móviles del placer, que no son obra de Calder, sino de un entrañable cerdito que ha aceptado sacrificarse para alimentar nuestras almas y nuestros michelines, son uno de esos baremos que nos sirven para medir la bondad de una taberna. Como el sabor de un carajillo de Baileys, la capa de grasa de las aceiteras o la forma de tirar o perpetrar las cañas.

Está claro que pedir un jamón tipo Joselito o 5 jotas es un desafío a la cartera. El problema es que se extendió el concepto de jamón como tapa 'cara', y a menudo un modesto Teruel es cobrado a precio de gasolina de 98 octanos Plus. El del Mesón Os Ancares, en Sicilia-Córcega siempre es excelente. No es precisamente barato, pero es tiro fijo y su relación calidad-precio es aceptable. El jamón es, de siempre, uno de los motivos que en rótulos o pintado alegremente con temperas en el vidrio, ha servido de polo de atracción. El de la foto que acompaña este artículo es de los más entrañables. Siempre que las 'j' estén dedicadas, que a saber si será el acrónimo de Juan Jaén Jinete u otro nombre similar...