En estos momentos de incertidumbre económica, el auténtico bar ibérico, el 'Bar Manolo', 'Bar Lola' o 'Casa Pepe' de toda la vida, está en peligro de extinción. Esos humildes hosteleros que han nutrido a generaciones de panzas españolas a base de patatas bravas, tortilla o callos, necesitan nuestra solidaridad si no queremos que sucumban ante la pujanza de los 'Sandwich & friends' u otros engendros similares.
¡Compañeros, no os pedimos que desenfundéis vuestras hoces, como si fuerais 'segadors'! No hace falta que convoquéis a los 'soviets', ni que toméis la Bastilla. Ni siquiera que tiréis tomates al inquilino de La Moncloa o del Palau. Nuestra tarea revolucionaria consiste en tomar las barras de los locales de este tenor que aún existen, y alimentar nuestros espíritus con sus croquetas, con sus cañas, con sus fideuás, con sus albóndigas...
No penséis que se trata de actos triviales. Las futuras generaciones agradecerán nuestro gesto, nuestra lucha por preservar nuestro legado, nuestra memoria histórica. Pensad que hemos visto cosas que el resto de la humanidad no creería. Atacar cochinillos en llamas más allá de la calle Laurel. Hemos visto alitas de pollo brillar en la oscuridad, cerca de la Puerta del Sol. Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia si no lo evitamos.
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